Queso Mahón con D.O.P. (Menorca): El Cántico del Mar

Si alguna vez te preguntaste cómo sabe el mar cuando se instala en la leche, la respuesta está en el queso Mahón. No es metáfora: es realidad con D.O.P. Menorquina, con siglos de historia y con una forma cuadrada que ya de por sí te avisa que aquí se juega diferente.

Este queso nace exclusivamente de leche de vaca, mayoritariamente de raza menorquina, criada a cielo abierto en la isla. Y no, no es un detalle menor. Porque esas vacas respiran el aire salino que viene del Mediterráneo, pastan sobre tierra húmeda de brisa y beben agua con carácter. Todo eso pasa, de forma casi milagrosa, a la leche. Y de ahí, al queso.

El Mahón puede presentarse tierno, semicurado o curado. Y cada versión es como una estación del año. El tierno es suave, blando, de aroma lácteo y color pálido. Ideal para los que quieren empezar sin asustarse. El semicurado ya tiene historia: pasta más firme, notas ácidas, un sabor que empieza a parecerse al de los quesos que se recuerdan. Y el curado… bueno, el curado es una catedral de sal, nuez y mantequilla. Quebradizo, denso, con esos cristales que crujen como confesiones en una sobremesa.

Pero además, el Mahón tiene algo más: su curación tradicional incluye untarlo en aceite y pimentón. Esa corteza anaranjada, que parece un sello de pasaporte, no solo embellece, sino que también protege y aporta aroma. Huele a campo, a horno de leña, a domingo con pan.

En boca, el Mahón es de esos quesos que se instalan. Primero es amable, luego se va creciendo. Tiene una acidez suave, una cremosidad seca —sí, suena contradictorio, pero es real— y un final largo que recuerda al grano tostado, al heno y a ese aire menorquín que no se olvida aunque te vayas de la isla.

¿Y cómo lo comemos en Monjamón? Como mandan los cánones: con pan con tomate, con aceite de oliva virgen extra y sal gorda. Pero también lo hemos probado fundido, en lasañas, en tostas, en tablas de embutidos… y siempre encaja. Porque el Mahón no necesita protagonismo: se lo gana.

Un consejo: no lo escondas al fondo del frigo como si fuera un yogur olvidado. Envuélvelo con cariño, déjalo respirar, y sírvelo templado. Dale tiempo. Como a las buenas cosas de la vida.

Y si después de probarlo no te da por reservar billetes a Menorca… pues igual necesitas repetir. El Mahón es más que un queso: es una isla entera metida en una cuña.